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lunes, 11 de agosto de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
El descubrimiento de España de Fernando Iwasaki Cauti.
En un paseo que di por la feria del Libro de Lima celebrado en julio de 2014 encontré este pequeño libro "El Descubrimiento de España" escrito por el peruano-español Fernando Iwasaki Cauti. Quisiera simplemente destacar que es buen libro sobre todo para personas, que como yo y el escritor, viven entre los dos mundo el hispano y el latinoamericano. Te descubre palabras, historias, escritores, etcétera de ambos mundos que están incrustados en las mentes de los ciudadanos y por contra la historia y literatura demuestran que no son tal como y pensamos. También con este libro puedo considerar que he aprendido cosas riéndome.
miércoles, 9 de julio de 2014
lunes, 19 de noviembre de 2012
viernes, 26 de octubre de 2012
viernes, 10 de agosto de 2012
España es un país mediocre
España, un país mediocre.
Quizás ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica; va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Quizás ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica; va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre política internacional.
Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo trece veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro que sin embargo encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
Vargas Llosa
de su libro “La civilización del espectáculo”
de su libro “La civilización del espectáculo”
sábado, 6 de agosto de 2011
sábado, 2 de abril de 2011
E-topía
En este libro, William J. Mitchell analiza los posibles cambios a los que se verán sometidas nuestras ciudades en la nueva era digital.
Según su hipótesis, la red global digital es una nueva infraestructura urbana que cambiará el aspecto de nuestras ciudades tanto como lo hicieron en el pasado el ferrocarril, las autopistas, la energía eléctrica o las redes telefónicas. Pero los lugares físicos y los virtuales funcionarán de manera independiente y se complementarán, no se sustituirán los unos por los otros dentro de los modelos existentes.
Podremos crear e-topías, ciudades económicas y ecológicas que funcionen de una manera más inteligente. Sus principios básicos de diseño se podrían resumir en cinco puntos:
1. Desmaterialización
2. Desmovilización
3. Personalización en masa
4. Funcionamiento inteligente
5. Transformación suave
Estos cinco puntos serían aplicables a todas las escalas, diseño de productos, arquitectura, urbanismo, planificación, estrategias regionales, nacionales, globales... Y serían capaces de satisfacer nuestras necesidades sin comprometer las de generaciones futuras.
En la ciudad del futuro, tendrá menos importancia la acumulación de objetos y más el flujo de información, menos la centralidad geográfica y más la conectividad electrónica, menos el aumento de los recursos escasos y más la gestión inteligente.
Este libro es bastante útil para entender el mundo en que vivimos.
domingo, 27 de marzo de 2011
Manifiesto-"La revolución"
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición favorita.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo... Ah, si no fuera por ese "cierto tiempo". Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un
armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esta era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez "cierto tiempo" también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio- sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche ya no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario contra la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.
Slawomir Mrozek
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